C desnuda - Ensayo Sadeano V - Especiales








Hola Queridos Pielescuchas:



Bienvenidos al V y ultimo podcast de la serie Ensayo Sadeano, preguntas, consultas, favor de enviarlas a mi correo para hacerlas llegar a @Hermanita y que ella las conteste en el proximo podcast del tema.çç



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V



[M]antener en una especie de disponibilidad interpretativa los residuos de todo lo que, en el contexto actualmente vivido, forma el pasado. Lo que lo cotidiano aleja para solo recibir el hecho del día tras día, eso es lo que bruscamente hace la irrupción: el horizonte del pasado se aproxima hasta confundirse con el nivel cotidiano y se accede a ello al mismo nivel; en compensación, las cosas cotidianas se distancian de repente: ayer se vuelve hoy y antes de ayer se desborda sobre el mañana.



Pierre Klossowski, Nietzsche y el círculo vicioso.





Posted by Chorcha Chillys Willys at 3:52 PM Links to this post

Ya hice mención y reflexioné acerca de por qué el desaliño abre la disponibilidad infinita del histrionismo divino. También ya hice mención de cierta desnudez femenina, que, durante el acto sodomita, hace factible la plena vivencia consciente de esa disponibilidad, en definitiva, sagrada, sublime. Esa disponibilidad infinita del histrionismo divino es la disponibilidad interpretativa que se realiza con los residuos del pasado, la recepción perversa de la historia. Esa disponibilidad interpretativa es lo que hace que ayer se vuelva hoy y antes de ayer se desborde sobre el mañana, ser como dioses, de acuerdo a la realidad, pues así es como, según el Sócrates de los Diálogos de Platón, se realiza el juego psicosemiótico de la anámnesis o acto de saber recordar todo, igual el futuro que el pasado. La unidad de la conciencia, un presente que se desborda en el tiempo, sin límite. Un juego más que nada sagrado, teatral: tragedia e ironía de la filosofía radical. Acto de habla. Escenificación. Rito. Porque esta disponibilidad interpretativa, además, es contraria al orden simbólico que no desea y que reprime por sistema las transgresiones, ya que esta disponibilidad para el histrionismo divino pone en duda la imposición sin discurso de ciertos interdictos, como el interdicto de la desnudez, esa desnudez de que ya hablé, y como el interdicto de la sodomía, más que nada la del simulacro de metamorfosis de que también ya hablé antes en este ensayo. Pues todo puede ocurrir, por acuerdo y para el goce puro, sólo para el goce; humana, muy humanamente libre. Elegir estar ahí y ser de esa forma.



Y una vez que esos interdictos son puestos en cuestión por medio de un discurso ensayístico como éste, entonces: entre el acto de la duda y la acción transgresiva queda muy poco espacio, apenas un estrecho pliegue, un doblez cómplice, pues ese intermedio en realidad ya es una transgresión al interdicto de dudar de su aplicación entre los seres que están haciendo sociedad. Nadie puede dudar de que duda, sólo se duda de las certezas. Y si se pone en duda un interdicto, y luego ya se duda de dos interdictos, de tres… entonces, se ponen en duda activa todos los interdictos, es decir, se cuestiona de hecho el orden de los interdictós, la simbólica de la represión inconsciente, la imposibilidad de lo imposible. Y desde esta situación todo lo recibiremos con esa disponibilidad interpretativa de que disponemos como entes que hacen uso de su razón para entender abiertamente todos los fenómenos del devenir social que se establece entre los que nos comunicamos con un lenguaje que a la vez que impone el interdicto, permite des-hacer y transgredir la prohibición del interdicto mismo, tal posibilidad infinita, tal disponibilidad abierta al porvenir más auténtico, el que todavía no ha llegado al presente. Nos volvemos, de esta manera, responsables, en verdad, de los interdictos, que, de inmediato, se disuelven, en el aire, como tales, dejan de ser interdictos. Revelan lo que está del otro lado, la comunicación, el acuerdo. Saber estar ahí. Y para mantener en una especie de disponibilidad interpretativa los residuos de todo lo que en el contexto actualmente vivido forma el pasado, se requiere del continuo ejercicio de pensar todas nuestras repeticiones que son eco de esos residuos que forman el pasado y que inevitablemente están haciendo proyecciones hacia el futuro.



Al transgredir lo interdicto, actualizando lo que no se debe actualizar, es decir, en el goce sadeano se afecta ese pasado y ese futuro y se sale del engaño del sobre-ego de lo prohibido, de lo tabú, del pecado y la mancha. Ya que, cuando se transgrede un interdicto impuesto por cualquier instancia del sobre-ego, lo que se consigue, finalmente, motivo del cruce de la línea de lo interdicto, es que los límites del yo/ego se vuelven difusos, brumosos, fácilmente confundibles unos con otros, plegables y desplegables unos sobre otros y desde otros. Porque la disolución del yo falogocéntrico tiene efecto cada vez que se transgrede el orden de lo prohibido, es decir, cuando se actúa voluntariamente en contra de la razón que impuso tal veto. Nos liberamos de esa ilusión gramatical, el yo del nombre del padre y la lengua materna, y también así nos liberamos del espejismo creado por el ojo único y divino de la perspectiva renacentista, teológica. El personaje sadeano, entonces, no se conforma nada más con atentar contra las leyes impuestas por la institución patriarcal, el personaje sadeano, por probidad y congruencia, por honradez, tiene que actuar contra sí mismo, contra su identidad o yo/ego, contra su cuerpo institucional y contra su mente, tiene que contradecirse por completo y sin conflicto, en el goce, para liberar su espíritu atormentado por tanta prohibición sin sentido, que no deja lugar a la expresión sin censura.



Actuar excéntrico, posible en el territorio privado del tocador feminista radical, teatralización ritual, performance, acto de habla, y así sucesivamente. Manierismo del sujeto, que se dehace, fluye, está ahí sin falsa unidad egoísta individualista, tiene más bien una vibración indeterminable de personalidades, pues todo es alegoría, metáfora que no regresa. Exaltación que eleva la conciencia en términos plurales. En efecto. Acción sadeana, rito sodomita, en contradicción extrema, denegándolo todo, menos esto… la afirmación del gozo. Un resultado.



Para actuar, el personaje sadeano parte de que:



Se puede ser uno y otro al mismo tiempo; a veces se es una persona y luego la contraria, sin dejar de ser la otra, dejándola atrás simplemente, olvidada por un momento, en el fondo; pero dentro de todo ese movimiento en el que apenas hay quizás un centro único, inconmovible, y si uno se deja ser ignorándolo, a veces es posible entreverlo, casi tocarlo, dentro y fuera de uno al mismo tiempo, como una totalidad inconmensurable y como un vacío. Pero el centro está y los caminos hacia él son la única moral.



Juan García Ponce, El libro.





Entonces, si una se deja estar ignorándolo, se está ya en camino de perder al yo/ego.



Se está en camino de no estar escribiendo de esta manera, haciendo que esta manera de escribir se deshaga. Para comunicarnos. Afuera del cuadro establecido a la fuerza como orden pero dentro del todavía más allá de la democracia mundial realmente posible. Dado que en este ensayo se habla desde el discurso universitario posmoderno y la radicalidad feminista correspondiente, extrema. Se está en eso que intuimos ahí, donde se es y está sin el yo/ego, pero que, aun así, permanece inconmovible y que sólo en breves descuidos del yo/ego es posible entrever, casi tocarlo, y poder estar adentro y afuera de una al mismo tiempo, para ser la totalidad completa y concreta que se actualiza en simulacro de metamorfosis de ambos lados de la pantalla en doble lazo del cuerpo como materia telemática, tal situación, que sólo se piensa en un cuerpo, pues en el acto sadeano positivo el cuerpo reproductivo por excelencia se transforma en puro derroche de erotismo, se niega en la posibilidad del goce, se niega sin pérdida. Es decir, se apodera. Una condición de escritura extrema, más allá de la escritura misma, pues parece imposible de poner por escrito, así. De allí la necesidad del ensayo como forma de expresión general. Experimento crítico, según Montaigne y según Virginia Wolf. Otra escritura, ni poesía ni prosa, ni documento ni reportaje. Comunicación tecnoética. Goce sadomasoquista lesbiano de la sodomía libre, tal deriva afuera de la norma falogocéntrica. Nuestro tema. Risueña confusión que brilla, en lo oscuro, en la dureza nihilista pasiva. Que fluye. Brilla, todavía.



De pronto, se borran por completo las líneas divisorias que hemos impuesto al cuerpo, la mente y el espíritu. Brilla. Ilumina el no estar ahí de las fronteras.



Se deshace en los hechos el encierro en el binario y los números, esa herida injusta. Se deshace. En la realidad posible. Nos deshacemos, aunque sólo sea por un instante, del yo y sus escisiones bioprogramadas, porque a través de la experiencia se ve y se nombra todo eso de que el yo sólo es un ancla pesadísima que nos tiene “atadas” a todas las personas, “sujetas” por los interdictos falogocéntricos institucionales, El Canon para la sobreexplotación del sujeto, que se concentra especial y específica en el sujeto femenino, que todo lo sostiene la negación, el nihilismo pasivo, estar sin atrevernos a mover de este lugar que nos fue asignado de forma inconsciente como único yo posible desde antes del momento mismo del nacimiento: masculino o femenino, macho o hembra, varón o mujer, viril o femenil, y nada más.



Porque, cuando nos atrevemos a desocupar de forma disipada y disoluta la situación encerrada en sí del yo edípico, entonces se nos abre a cambio la posibilidad de conducir la experiencia interior hacia la praxis crítica del (des)orden inmediato, para así poder hacer ingresar en el (des)orden la totalidad concreta libertaria de nuestra conciencia verbal de la vivencia existencial de esas instancias egoístas desocupadas, abandonadas.



Brilla. Ese goce. Que, entonces, son las instancias de sentido que ahora y aquí gozan la perversión de los límites, su disolución divertida, su olvido gozante directo, un olvido que crea más goce, positivo, libre… comunicación… la fluencia de los soplos del conocimiento con el que se auto-valora nuestra moneda viviente a través de los ejercicios transgresivos de la interpretación sadomasoquista lesbiana, diferente, de la sodomía radical o simulacro de metamorfosis histriónica divina, politeísmo incorporado, panteísmo liberado. Ser como dioses. Juego sadeano. Comer, ahora, del fruto del Árbol de La Vida. El Otro Árbol. Nuestro tema.



La eternidad instantánea, si es posible. Brilla, en la medianoche de Occidente. Un ir más allá de la esfera cerrada de las palabras y los signos en abstracto. Más allá. Para acceder a la vibración permanente del sentido como presencia espiritual incorporada, apoderante, como autoconciencia del flujo plural del ser. La ondulación permanente. Brilla, sigue brillando todavía. Más brillante. Enigmática. Real.



Y así se puede cruzar, al fin, el umbral del sentido vuelto diferencia e identidad enfrentadas como términos contrarios, que en realidad no son ni pueden ser… Para salir en el acto: al Afuera distinto, Otro. La Diferencia. Brilla. Nuestro conocimiento. Legítimo discurso universitario, pues afirma un modo de ser posible en democracia, según la realidad imperante. Poder actuar contra las leyes humanas y divinas. Esta gran libertad. Discurso argumentado en donde los anudamientos semióticos institucionales generan sentido contracultural, contra-signo, otro sentido, que ya no es exactamente sentido, un sentido que los contradice como lo que son, instituciones del signo y la palabra… El Canon, que se deshace y se olvida… In Hoc Signo Vinces… que cambia de signo y de giro y todo eso. Que esto diga aquello. Lo Otro.



Los nudos de la red de la enajenación innecesaria del sujeto, La Cruz, las cruces, los cruces, El Signo, La Palabra, se deshacen y se olvidan… Es el fin del humanismo monopólico del singular universal masculino, es el comienzo de lo siguiente, menos tenso, menos angustiante, por acuerdo.



Así, con este sentido contradictorio, incontenible, desconstrucción generalizada, así es como se presenta dentro del marco de la gramática el discurso de la contracultura libertaria, feminista, comunal, el discurso que, al ocupar el sitio del signo único, quita la unidad falsa del ego (el falo) y el sujeto (yo/ego), y les deja significar libres de nudos ciegos, libres de las instituciones del egoísmo patriarcal hereditario. Libres de sí. En este discurso, una situación nueva, distinta, donde ya únicamente la poesía esencial puede discurrir con sentido, porque ya, aquí y ahora, aunque todavía con estas letras, nada está fijo en términos neuróticos, y así, ya: La Fijeza funda y sostiene, viva, La Casa del Ser…







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Escrito Pieladentro por Claudia Contreras

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