Amar es una palabra enorme - Claudia Contreras, por Carlos SantibáñezAndonegui
Gracias Maestro por el tiempo y la sensibilidad!
Reseña poética a: C desnuda la piel, de Claudia Contreras, Ed. Morvoz, fotografía de portada e interiores: Francisco Enríquez Muñoz, Formación Editorial: Angélica Mancini, Corrección: Pilar Rodríguez, Apoyo Editorial: Arturo Texcahua, http://unrinconparalapoesia.blogspot.com, http://trajineros.blogspot.com, http://exodoaudio.blogspot.com, 2012. Por CARLOS SANTIBÁÑEZ
Claudia Contreras lo reconoce: amar es una palabra enorme. Si algo define su poética, es aprender. Ella se modifica continuamente, como un rasgo absoluto de erotismo y no se deja vencer ni siquiera ante el peso del amor, que también ahoga, y vaya si hunde. Su paciencia la llevó a buscar, primero, en el desempeño de una profesión, después en la infinita vocación de ser madre, y a partir de 2004, en las redes sociales, participando en foros como El llanto de las libélulas o Clases de Literatura, hasta crear su propio blog: C desnuda la piel: http//:pieladentroviajeinterior.blogspot.com, donde se consagró de cuerpo entero a un destino que la llevará a probar suerte en los años por venir, que ha asumido de manera totalmente original: erotizar los podcasts, hurgar en el erotismo con los recursos tecnológicos de nuestro tiempo, y dejar al ser humano, más cerca de aquello para lo que fue creado. Revelarlo, demostrarle quién es, de modo que al atenderle, no únicamente se produce lo que dice Éric Marváz en el prólogo a la primera edición de C desnuda la piel, que “en la alcoba los amantes la van a leer mientras se tocan”, lo cual se me hace incompleto, hasta de mal gusto, como que la pone a nivel de un complemento del Viagra, o de instructivo para alcanzar una buena erección. Y no, la obra no es esto. Y esto, aunque pudiera animar a comprarla, no es cierto. Ni siquiera es cierto que sea una poeta únicamente erótica. Es posible admitir que sea esencialmente erótica. Lo que no se vale es olvidar, a guisa de ceder a la exigencia cada vez más aplastante de una visión comercial generalizada en el mundo, y que el México obediente asume con singular alegría, que el erotismo es, y ha sido siempre, cultura.
Es importante entonces señalar entonces, elementos trascendentes que son pilares en la poesía de Claudia Contreras e incluso en su erotismo, no rebajarla al nivel de mero instructivo sexual, aunque esto “venda”. No la van a leer como aperitivo sexual, porque a quien se dispone a disfrutar un cuerpo, lo que menos se antoja es abrir un poemario dedicado “A mi Querida Madre por dejarme Ser, a mis hijos Hannia y Uriel por ser mi vida, mi motor, al hombre de mil rostros que he amado insaciable”. Lo que vemos al abrir el libro, es una mujer rebelde, por no decir revolucionaria, y desde luego, fuerte, en tanto afirma: “Amo a la Poesía/ Es mi puta favorita/ La pongo en toda postura conocida/ y más”. Nada más lejano a la mercadotecnia que codicia el momento de amarnos los unos a los otros de manera rentable.
En el poema “De Plata”, enjoya un tanto una visión del mundo: “¡No imagino este mundo sin tu boca!/ ¡Sin tus dedos!”, y luego pasa a decirnos por qué, y es porque son ellos los “dulcísimos constructores/ del gozo compartido”.
Además del acercamiento físico, se deja acariciar del pensamiento. Lo que tenemos aquí es cultura, y no espectáculo. Cultura, y no performance. Hay que decirlo con todas sus letras ahora que el gran público empieza a demandar con abierta franqueza su necesidad de convertir la poesía en marketing para poderla comprar, consumir. Si la Voz de la Poeta tomara ese camino, jamás habría pedido: “Escucha/ la llamada del Mar entre la oscura espera,/ el clamor del amante sobre la piel desnuda,/ lo oculto a través de la palabra escrita”. Ni habría definido en sus delirios o deli-ríos: “Humedad sin nombre la tuya”, ni le diría a esa humedad que la hace creer en dragones y hadas, “Lo que dure en mi sangre/ la cabalgata de tu ternura,/ del placer desmedido de tu profunda mirada,/ [ahí estaré”. Para luego apurar, en su alegría: “Nunca dejes de observar mi rostro de niña eterna”.
La primavera está en el poema del mismo nombre, donde recuerda el latido que provoca un corazón despierto, y dice inmensamente: “¡Te quiero!”, y así queremos que irrumpa en cada uno de nosotros este 21 de marzo, libre de modas, guiada por la propia inteligencia de esa “Muerte Sin Fin” que la transforma en “Soledad en llamas”, con o sin el concepto de arte-espectáculo, ahí donde reconoce, con Claudia: “Amar es una palabra enorme/ y le temo./ No me pidas pronunciarla”. Resuelta, la voz asume la atracción del motivo masculino, que es muchedumbre, es todos y nadie, o así se llama como el Cíclope de la mitología: el que vive en un espeso bosque “que corona tu pubis/ el que cede a tus dedos/ o a mis labios”. ¿Cómo no disfrutar entonces, “viendo lagrimear su ciego ojo, o estremecerse entre mis manos?” La valentía en el nombrar atrae el aplauso, porque redime los espacios íntimos en que se manifiesta y transmite milenariamente la poesía, en medio de una virtualidad absolutamente insubstituible que es la imaginación, no prostituida, mientras a la poesía que no es tal, a la farsante, a la puta, se la quiere actuada, convulsa, pintada de roja, y a su despliegue formal se le pretende performance, espectáculo, pero alguien debe empezar a marcar un alto a esta mala costumbre. Sí es justo que las masas accedan al valor de la poesía, a través de una virtud exterior, que es su calidad de espectáculo. Pero ¿a qué exagerar? Al final del día están dos que se aman, que se lo dicen todo, que se imaginan todo y pueden confesar mutuamente: “Sólo tú me centras/ entre Mar y Tierra.// Sólo tú me posees”, algo aún diferente, separado si no es que opuesto, al trato comercial.
Existe un ímpetu definitorio en Contreras, que la levanta en vilo hacia valores poéticos, en oraciones bellas como: “todo acontece en grises”, o “el silencio grita aun más que las palabras”, bruñidas en su serie “Agosto me vulnera”. Dice en “Tu boca”: mis labios en tu boca se transforman en quimera y “soñamos con el amanecer en nosotros temblando”. Versos de duda, versos de tiniebla, versos de apacible entrega, no tienen madre al decir: “¡Te extraño!/ ¡Cómo te extraño!/ y más aún extraño mi sonrisa,/ se fue tras de ti ilusionada”. Versos que hacen volver una inocencia perdida, la alegría tenida cuando el Fuerte estaba Cerca. “Hechicero de Lava y mar”, al que se le podía nombrar con la palabra papá como caída del cielo, el amor de “Popstar inevitable” y tanto “de verdad sonriendo en la mirada”. Ay, ¿quién quiere repasar el resto? “No un nudo en la garganta,/ mejor un brillo cómplice”. Antes de que tu vida sea “ocre paisaje”, antes de que te pongan “un epitafio digno”, y hayas de inquirirte: “¿Qué sonrisa estreno hoy?... ¿Por qué tu luna se desbarató entre mis dedos?”, sonríe, criatura de plata, huye de la contabilidad en letras negras. Goza con el minuto eterno del alba de oro, del Fuerte Cerca.
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