Lunes positivo Inteligencia emocional
La inteligencia emocional consiste en una serie de actividades que sirven para apreciar y expresar de
manera justa nuestras propias emociones y las de otros y para
emplear nuestrasensibilidad a fin de motivarnos,
planificar y realizar de manera cabal nuestra vida.
Orígenes del concepto
Aunque las definiciones populares de
inteligencia hacen hincapié en los aspectos cognitivos, tales como la memoria y
la capacidad de resolver problemas, varios influyentes investigadores en el
ámbito del estudio de la inteligencia comienzan a reconocer la importancia de
los aspectos no cognitivos. Thorndike, en 1920, utilizó el término inteligencia
social para describir la habilidad de comprender y motivar a otras personas.1 David Wechsler en 1940,
describe la influencia de factores no intelectivos sobre el comportamiento
inteligente, y sostiene, además, que nuestros modelos de inteligencia no serán
completos hasta que no puedan describir adecuadamente estos factores.
En 1983, Howard Gardner, en su Teoría de las inteligencias
múltiples Frames of Mind: The
Theory of Multiple Intelligences introdujo la idea de
incluir tanto la inteligencia interpersonal (la capacidad para comprender las
intenciones, motivaciones y deseos de otras personas) y la inteligencia intrapersonal
(la capacidad para comprenderse uno mismo, apreciar los sentimientos, temores y
motivaciones propios). Para Gardner, los indicadores de inteligencia, como el CI, no explican plenamente
la capacidad cognitiva.3 Por lo tanto, aunque los
nombres dados al concepto han variado, existe una creencia común de que las
definiciones tradicionales de inteligencia no dan una explicación exhaustiva de
sus características. Otro de los orígenes de la inteligencia emocional está en
Joseph Ledoux, como influencia más reciente, a partir de su libro "El
cerebro emocional (1996), en él divulga sus hallazgos acerca de los circuitos
neuronales del cerebro y afirma que la emoción precede al pensamiento, también
explica por qué los procesos de raciocinio que tienen lugar en el neocórtex van
muchas veces a la zaga o en contra de los impulsos de la amígdala.
El primer uso del término inteligencia emocional generalmente es atribuido a Wayne Payne, citado en su tesis doctoral: Un estudio de las emociones: El desarrollo de la inteligencia emocional(1985).4 Sin embargo, el término "inteligencia emocional" había aparecido antes en textos de Leuner (1966). Greenspan también presentó en 1989 un modelo de IE, seguido por Salovey y Mayer (1990) y Goleman (1995).
El primer uso del término inteligencia emocional generalmente es atribuido a Wayne Payne, citado en su tesis doctoral: Un estudio de las emociones: El desarrollo de la inteligencia emocional(1985).4 Sin embargo, el término "inteligencia emocional" había aparecido antes en textos de Leuner (1966). Greenspan también presentó en 1989 un modelo de IE, seguido por Salovey y Mayer (1990) y Goleman (1995).
La relevancia de las emociones en los
resultados del trabajo y la investigación sobre el tema siguió ganando impulso,
pero no fue hasta la publicación del célebre libro de Daniel Goleman:
Inteligencia emocional: ¿Por qué puede importar más que el concepto de cociente intelectual?, cuando se popularizó.5 En 1995, la revista
"Time" fue el primer medio de comunicación interesado en la IE que
publicó un relevante artículo de Nancy Gibbs sobre el libro de Goleman. A
partir de entonces comenzaron a aparecer cada vez con mayor frecuencia
artículos sobre el tema, desde muy diversas entidades académicas y puntos de
venta populares.
Para comprender el gran
poder de las emociones sobre la mente pensante —y la causa del frecuente
conflicto existente entre los sentimientos y la razón— debemos considerar la
forma en que ha evolucionado el cerebro.6
La región más primitiva
del cerebro es el tronco encefálico, que regula las funciones
vitales básicas, como la respiración o el metabolismo, y lo compartimos con todas aquellas
especies que disponen de sistema nervioso, aunque sea muy rudimentario. De este
cerebro primitivo emergieron los centros emocionales que, millones de años más
tarde, dieron lugar al cerebro pensante: el neocórtex. El hecho
de que el cerebro emocional sea muy anterior al racional y que éste sea una
derivación de aquél, revela con claridad las auténticas relaciones existentes
entre el pensamiento y el sentimiento.
El neocórtex permite un
aumento de la sutileza y la complejidad de la vida emocional, aunque no
gobierna la totalidad de la vida emocional porque, en estos asuntos, delega su
cometido en el sistema límbico. Esto es lo que confiere a los centros de
la emoción un poder extraordinario para influir en el funcionamiento global del
cerebro, incluyendo a los centros del pensamiento.
La sede de las pasiones
La amígdala cerebral y el hipocampo fueron dos piezas clave del primitivo «cerebro olfativo» que, a lo largo
del proceso evolutivo, terminó dando origen alcórtex y posteriormente al
neocórtex. La amígdala tiene forma de almendra con estructuras interconectadas
asentadas sobre el tronco cerebral, hay 2 amígdalas a cada lado del cerebro y
la nuestra es la más grande comparada con la de los primates La amígdala está
especializada en las cuestiones emocionales y se la considera una estructura
límbica muy ligada a los procesos del aprendizaje y la memoria. Si la amigdala es
separada del cerebro no es posible apreciar el significado emocional de
diversos acontecimientos, lo cual se le conoce como ceguera afectiva. Además de la pérdida de afecto y consecuente pérdida
de memoria la amígdala junto con la circunvolución cingulada también permite la
secreción de lágrimas y funciona como un depósito de la memoria por lo que
quien vive sin amígdala prácticamente pierde la memoria ya que la amígdala
guarda aquellos recuerdos que más impacto emocional tuvieron en nuestra vida
como los traumas o nuestros momentos más felices.Constituye una especie
de depósito de la memoria emocional. Es la encargada de
activar la secreción de dosis masivas de noradrenalina, que
estimula los sentidos y pone al cerebro en estado de alerta.
LeDoux descubrió que la primera zona
cerebral por la que pasan las señales sensoriales procedentes de los ojos o de
los oídos es el tálamo y, a partir de ahí y a
través de una sola sinapsis, la amígdala. Otra vía procedente del tálamo lleva la
señal hasta el neocórtex —el cerebro pensante—, permitiendo que la amígdala
comience a responder antes de que el neocórtex haya ponderado la información.Según LeDoux:
«anatómicamente hablando, el sistema emocional puede actuar independientemente
del neocórtex. Existen ciertas reacciones y recuerdos emocionales que tienen
lugar sin la menor participación cognitiva consciente».
La memoria emocional
Las opiniones inconscientes son recuerdos
emocionales que se almacenan en la amígdala. El hipocampo registra los hechos
puros, y la amígdala es la encargada de registrar el «clima emocional» que
acompaña a estos hechos.Para LeDoux «el
hipocampo es una estructura fundamental para reconocer un rostro como el de su
prima, pero es la amígdala la que le agrega el clima emocional de que no parece
tenerla en mucha estima». Esto significa que el cerebro dispone de dos sistemas
de registro, uno para los hechos ordinarios y otro para los recuerdos con una
intensa carga emocional.El cerebro usa un
sencillo método para registrar recuerdos emocionales con mucha fuerza: los
sistemas de alerta neuroquímica que preparan al organismo para luchar o huir en
un momento de peligro también graban aquel momento en la memoria con
intensidad. Sometido a tensión, ansiedad o dicha un nervio que va del cerebro a
las glándulas suprarrenales (que están encima de los riñones) provoca secreción
de hormonas epinefrina y norepinefrina; estas mismas activan los receptores del
nervio vago y este transporta mensajes desde el cerebro para regular el corazón
y lleva señales de vuelta al cerebro provocadas por estas mismas dos hormonas.
La amígdala es el lugar más importante del cerebro al que van estas señales,
activan neuronas en la amígdala para indicar a otras regiones del cerebro que
refuercen la memoria para registrar lo ocurrido, lo cual explica por qué a
veces tenemos traumas o recuerdos emocionales con cierto nivel de intensidad y
no sabemos porqué.
Un sistema de alarma anticuado
En el cambiante mundo social, uno de los
inconvenientes de este sistema de alarma neuronal es que, con más frecuencia de
la deseable, el mensaje de urgencia mandado por la amígdala suele ser obsoleto.
La amígdala examina la experiencia presente y la compara con lo que sucedió en
el pasado, utilizando un método asociativo, equiparando situaciones por el mero
hecho de compartir unos pocos rasgos característicos similares, haciendo
reaccionar con respuestas que fueron grabadas mucho tiempo atrás, a veces
obsoletas.
En opinión de LeDoux, la interacción entre
el niño y sus cuidadores durante los primeros años de vida constituye un
auténtico aprendizaje emocional, y es tan poderoso y resulta tan difícil de
comprender para el adulto porque está grabado en la amígdala con la tosca
impronta no verbal propia de la vida emocional. Lo que explica el desconcierto
ante nuestros propios estallidos emocionales es que suelen datar de un período
tan temprano que las cosas nos desconcertaban y ni siquiera disponíamos de
palabras para comprender lo que sucedía.En esta primera etapa de
la vida el hipocampo (crucial para recuerdos narrativos) y neocorteza (base del
pensamiento racional) aún deben desarrollarse pero la amígdala, que madura muy
rápido cuando somos niños, es mucho más probable que esté formada al momento de
nacer. LeDoux nos dice que la amígdala sustenta un principio básico del
pensamiento psicoanalítico: que las interacciones del niño con los adultos y
personas que lo rodean le proporcionan lecciones emocionales basadas en su
adaptación y dificultades en sus relaciones.
Según el psicólogo estadounidense John
Maxtell, no tiene sentido postular que la evolución ha pasado por alto depurar
este sistema de alarma. Si persiste hasta nuestros días, lo ha hecho por ser
funcional, por tanto no está anticuado. La evolución es implacable y borra de
la existencia todo lo que no aporta nada a la supervivencia de cada especie.
Los seres humanos evolucionamos en paralelo al resto de seres vivos de la
tierra. Los condicionantes que dirigen nuestra evolución los impone el hábitat
artificial que nosotros mismos hemos construido, ciudades, sociedad etc.
Nosotros estamos condicionando nuestra evolución, dando como resultado el
desarrollo de una capa de pensamiento racional, al servicio de nuestro lado
emocional, que nos ayuda a vivir en nuestro medio. Interpretar las señales de
tráfico, desarrollar un rol en el trabajo, buscar una casa donde vivir, son
cuestiones que todos manejamos a diario, pero desde el punto de vista evolutivo
es vivir en un medio. Lo que somos hoy, es el producto de esta evolución
auto-condicionada. (Teoría de la evolución auto-condicionada, John Maxtell).
Cuando las emociones son rápidas y toscas
La importancia evolutiva de ofrecer una
respuesta rápida que permitiera ganar unos milisegundos críticos ante las
situaciones peligrosas debió ser vital para nuestros antepasados, pues esa
configuración ha quedado impresa en el cerebro de todo protomamifero,
incluyendo los humanos. Para LeDoux: «El rudimentario cerebro menor de los
mamíferos es el principal cerebro de los no mamíferos, un cerebro que permite
una respuesta emocional muy veloz. Pero, aunque veloz, se trata también, al
mismo tiempo, de una respuesta muy tosca, porque las células implicadas sólo
permiten un procesamiento rápido, pero también impreciso», y estas
rudimentarias confusiones emocionales —basadas en sentir antes que en pensar—
son las «emociones precognitivas».
El gestor de las emociones
La amígdala prepara una reacción emocional
ansiosa e impulsiva, pero otra parte del cerebro se encarga de elaborar una
respuesta más adecuada. El regulador cerebral que desconecta los impulsos de la
amígdala parece encontrarse en el extremo de una vía nerviosa que va al
neocórtex, en el lóbulo prefrontal. El área prefrontal constituye una especie
de modulador de las respuestas proporcionadas por la amígdala y otras regiones
del sistema límbico, permitiendo la emisión de una respuesta más analítica y proporcionada.
El lóbulo prefrontal izquierdo parece formar parte de un circuito que se
encarga de desconectar —o atenuar parcialmente— los impulsos emocionales más
perturbadores.
Armonizando emoción y pensamiento
Las conexiones existentes entre la
amígdala (y las estructuras límbicas) y la neocorteza constituyen el centro de
gestión entre los pensamientos y los sentimientos. Esta vía nerviosa explicaría
el motivo por el cual la emoción es fundamental para pensar eficazmente, tomar
decisiones inteligentes y permitimos pensar con claridad. La corteza prefrontal
es la región cerebral que se encarga de la «memoria de trabajo».
Cuando estamos emocionalmente perturbados,
solemos decir que «no podemos pensar bien» y permite explicar por qué la
tensión emocional prolongada puede obstaculizar las facultades intelectuales
del niño y dificultar así su capacidad de aprendizaje. Los niños impulsivos y
ansiosos, a menudo desorganizados y problemáticos, parecen tener un escaso
control prefrontal sobre sus impulsos límbicos. Este tipo de niños presenta un elevado
riesgo de problemas de fracaso escolar, alcoholismo y delincuencia, pero no
tanto porque su potencial intelectual sea bajo sino porque su control sobre su
vida emocional se halla severamente restringido.
Las emociones son importantes para el
ejercicio de la razón. Entre el sentir y el pensar, la emoción guía nuestras
decisiones, trabajando con la mente racional y capacitando —o incapacitando— al
pensamiento mismo. Del mismo modo, el cerebro pensante desempeña un papel
fundamental en nuestras emociones, exceptuando aquellos momentos en los que las
emociones se desbordan y el cerebro emocional asume por completo el control de
la situación. En cierto modo, tenemos dos cerebros y dos clases diferentes de
inteligencia: la inteligencia racional y la inteligencia emocional y nuestro
funcionamiento vital está determinado por ambos.
El psicólogo Estadounidense John Maxtell
rompe el concepto de dos cerebros o distintos tipos de inteligencia. Basándose
en su teoría de la evolución auto-condicionada, afirma que nuestra capa de
pensamiento racional se ha desarrollado para dar cobertura a nuestro lado
emocional, la razón nos proporciona el cómo. Aunque por lo general solo
percibimos nuestras emociones en momentos de desbordamiento, lo cierto es que
las tenemos constantemente. Todo nuestro pensamiento, comportamiento personal y
social esta orientado a mantenernos dentro de los limites de nuestro confort
emocional y en resumidas cuenta vivos.
Un ejemplo práctico sería el siguiente: Un
peatón que deambule por una ciudad abarrotada de coches, optará por cruzar las
avenidas por los pasos de cebra y cuando el semáforo este en verde para los
peatones. Sin ser un caso de desbordamiento emocional, el miedo que siente a
ser atropellado genera la necesidad de buscar alternativas seguras para cruzar
la calle, usar su capa racional para interpretar los símbolos dispuestos para
este propósito es la opción más segura, la razón nos proporciona el cómo. Si
todos no tuviésemos el mismo miedo a ser atropellados, las ciudades no podrían
tener el diseño que actualmente tienen, ¿que nos impediría cruzar por cualquier
parte?
La naturaleza de la inteligencia emocional
Las características de la llamada
inteligencia emocional son: la capacidad de motivarnos a nosotros mismos, de
perseverar en el empeño a pesar de las posibles frustraciones, de controlar los
impulsos, de diferir las gratificaciones, de regular nuestros propios estados
de ánimo, de evitar que la angustia interfiera con nuestras facultades
racionales y la capacidad de empatizar y confiar en los demás. El grado de dominio que
alcance una persona sobre estas habilidades resulta decisivo para determinar el
motivo por el cual ciertos individuos prosperan en la vida mientras que otros,
con un nivel intelectual similar, acaban en un callejón sin salida.
Las Tres Fuentes de los Sentimientos
Las emociones son las expresiones
exteriores de los sentimientos acumulados y formados en las áreas de la
imaginación y la visualización. Hay tres fuentes de sentimientos que
interpretan toda información que entra en el ser humano por los cinco sentidos
y dan el sentido a lo que percibimos.
«1. Nuestra propia historia, cultura y
experiencias, sean buenas o malas, nos han programado a sentir en una manera u
otra, y dan un sentido diferente de todos los demás».
«2. El lado oscuro de lo espiritual que
llamamos el maligno que nos anima de tomar un sentido oscuro y ver las cosas de
su punto de vista y luego produce en nuestra imaginación y visualización el
resultado de tomar su sentido de todo del punto de vista negativo. Muchas veces
su sentido usa los temores de pobreza, peligro, hambre, rechazo etc. para
provocar en nosotros las emociones y decisiones negativas».
«3. El lado de la luz espiritual que
llamamos Dios es el que nos anima a tomar un sentido edificante o positivo y
ver las cosas de su punto de vista y luego produce en nuestra imaginación y
visualización el resultado de tomar su sentido que todo es para nuestro bien y
todo va a salir bien».
Cuando ya hemos decidido qué sentido vamos
a aceptar como la verdad entonces lo expresamos por nuestras emociones y
nuestras acciones.
Medición de la inteligencia emocional y el CI
No existe un test capaz de determinar el
«grado de inteligencia emocional», a diferencia de lo que ocurre con los test que
miden el cociente intelectual (CI). Jack Block, psicólogo de la universidad de Berkeley, ha utilizado una
medida similar a la inteligencia emocional que él denomina «capacidad
adaptativa del ego», estableciendo dos o mas tipos teóricamente puros, aunque
los rasgos más sobresalientes difieren ligeramente entre mujeres y hombres:
«Los hombres que poseen una elevada
inteligencia emocional suelen ser socialmente equilibrados, extrovertidos,
alegres, poco predispuestos a la timidez y a rumiar sus preocupaciones.
Demuestran estar dotados de una notable capacidad para comprometerse con las
causas y las personas, suelen adoptar responsabilidades, mantienen una visión
ética de la vida y son afables y cariñosos en sus relaciones. Su vida emocional
es rica y apropiada; se sienten, en suma, a gusto consigo mismos, con sus
semejantes y con el universo social en el que viven».
«Las mujeres emocionalmente inteligentes
tienden a ser enérgicas y a expresar sus sentimientos sin ambages, tienen una
visión positiva de sí mismas y para ellas la vida siempre tiene un sentido. Al
igual que ocurre con los hombres, suelen ser abiertas y sociables, expresan sus
sentimientos adecuadamente (en lugar de entregarse a arranques emocionales de
los que posteriormente tengan que lamentarse) y soportan bien la tensión. Su
equilibrio social les permite hacer rápidamente nuevas amistades; se sienten lo
bastante a gusto consigo mismas como para mostrarse alegres, espontáneas y
abiertas a las experiencias sensuales. Y, a diferencia de lo que ocurre con el
tipo puro de mujer con un elevado CI, raramente se sienten ansiosas, culpables
o se ahogan en sus preocupaciones».
«Los hombres con un elevado CI se
caracterizan por una amplia gama de intereses y habilidades intelectuales y
suelen ser ambiciosos, productivos, predecibles, tenaces y poco dados a reparar
en sus propias necesidades. Tienden a ser críticos, condescendientes,
aprensivos, inhibidos, a sentirse incómodos con la sexualidad y las
experiencias sensoriales en general y son poco expresivos, distantes y
emocionalmente fríos y tranquilos».
«La mujer con un elevado CI manifiesta una
previsible confianza intelectual, es capaz de expresar claramente sus
pensamientos, valora las cuestiones teóricas y presenta un amplio abanico de
intereses estéticos e intelectuales. También tiende a ser introspectiva,
predispuesta a la ansiedad, a la preocupación y la culpabilidad, y se muestra
poco dispuesta a expresar públicamente su enfado (aunque pueda expresarlo de un
modo indirecto)».
Estos retratos, obviamente, resultan
caricaturescos pues toda persona es el resultado de la combinación entre el CI
y la inteligencia emocional, en distintas proporciones, pero ofrecen una visión
muy instructiva del tipo de aptitudes específicas que ambas dimensiones pueden
aportar al conjunto de cualidades que constituye una persona.
Daniel Goleman también recoge el
pensamiento de numerosos científicos del comportamiento humano que cuestionan
el valor de la inteligencia racional como predictor de éxito en las tareas concretas
de la vida, en los diversos ámbitos de la familia, los negocios, la toma de
decisiones, el desempeño profesional, etc. Citando numerosos estudios Goleman
concluye que el Coeficiente Intelectual no es un buen predictor del desempeño
exitoso. La inteligencia pura no garantiza un buen manejo de las vicisitudes
que se presentan y que es necesario enfrentar para tener éxito en la vida.
El concepto de "Inteligencia
Emocional" enfatiza el papel preponderante que ejercen las emociones
dentro del funcionamiento psicológico de una persona cuando ésta se ve
enfrentada a momentos difíciles y tareas importantes: los peligros, las
pérdidas dolorosas, la persistencia hacia una meta a pesar de los fracasos, el
enfrentar riesgos, los conflictos con un compañero en el trabajo. En todas
estas situaciones hay una involucración emocional que puede resultar en una
acción que culmine de modo exitoso o bien interferir negativamente en el
desempeño final. Cada emoción ofrece una disposición definida a la acción, de
manera que el repertorio emocional de la persona y su forma de operar influirá
decisivamente en el éxito o fracaso que obtenga en las tareas que emprenda.
Este conjunto de habilidades de carácter
socio-emocional es lo que Goleman definió como Inteligencia Emocional. Esta
puede dividirse en dos áreas:
·
Inteligencia intrapersonal: Capacidad de formar un
modelo realista y preciso de uno mismo, teniendo acceso a los propios
sentimientos, y usarlos como guías en la conducta.
·
Inteligencia interpersonal: Capacidad de
comprender a los demás; qué los motiva, cómo operan, cómo relacionarse
adecuadamente. Capacidad de reconocer y reaccionar ante el humor, el
temperamento y las emociones de los otros.
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